Se considera que una persona es adicta cuando se desarrolla una dependencia psicológica y física, es decir, una conducta repetitiva y compulsiva, ya sea a un lugar, persona, cosa o sustancia.
Coexisten la dependencia psicológica y física, que es la respuesta del cuerpo ante esa circunstancia. Puede comenzar como un juego, un desafío entre amigos o bandas o una serie de conflictos que se transforman en: traumas, depresiones, miedos e inseguridades (en alguna etapa de su vida), y su estructura personal no es capaz de canalizar, asimilar y reaccionar de forma constructiva y madura ante estos estados, dejando al individuo indefenso e incapacitado para tomar decisiones coherentes, provocadas por un desequilibrio mental, emocional y físico.
Caer en una adicción trae consecuencias muy negativas en el organismo. Y por sobre todo, en su órgano más importante: el cerebro.
Cualquier adicción puede convertirse en un peligroso enemigo. Ninguna persona está exenta.
También hay que tener muy en cuenta el componente genético (está científicamente probado):
¿Por qué?
Porque hay una predisposición genética que puede limitar a la hora de afrontar las diversas situaciones que la vida le presenta a la persona.
¿Y qué sucede entonces?
Se busca equivocadamente una respuesta que jamás llega
¿Qué respuestas se buscan?
Una satisfacción rápida y en apariencia cómoda que supla las carencias y el sentimiento de vacío ya existente.
Muchas personas se embarca en estas conductas hasta el punto de convertirlas en algo peligroso para ellos mismos y su entorno mas cercano (familia, amigos, trabajo, estudios…etc)-.